Fuego



Fuego. Es todo lo que hay, es todo lo que me queda. Sentado, mire como se caen mis sueños, mi esfuerzo, mi trabajo. Lo hice por ella. O quizás por el. O por mí. Lo único que tengo claro es que ahora voy a morir. Finalmente. Afortunadamente.

De repente, siento un golpe. A causa del humo, no puedo notar quien es, pero está gritando. Empieza a mover los muebles ya negros y los papeles a fuego vivo. Me toma de la mano, me sube a su espalda. El humo no me deja respirar y cierro los ojos

Levanto mis párpados. Todo está blanco. Me incorporo e inmediatamente me doy cuenta. Estoy en el hospital. Ya todo está bien. La muerte no llegaba para mí todavía.

Luego de unos días en el hospital, Salí sin un lugar a donde ir. Decidí no ir a ninguno. O a alguno. Camine y camine. Seguí caminando. Deje que mis pensamientos y mis pies me guiara en un camino que no conocían. Parecía un muerto vivo. Más bien, un vivo muerto. Todo lo que viví con ella, lo feliz que era. Un deseo profundo se afianzó a mi cerebro. Tenía que volver a verla. Ya tenía un lugar a donde ir, una persona a quien visitar. Le mostraría todo lo que hice, mis pinturas, mis esculturas, mis papeles. En fin, era todo por ella. O por el. O por mí.

Decidí ir a buscarla. Ya era una costumbre mía buscar y esperar un futuro que no iba a pasar. Pero no importaba. Quizás esta vez era diferente.

Me acordé de él. Quien antes fue un mejor amigo se convirtió en contrincante. Supo con habilidad dejarme atrás con unas simples pinturas. Hice más, michas más. Hice esculturas. Investigué. Pero no fue suficiente.

Sentía el arduo deseo de completar mi propósito, de finalizar mi tarea. Entonces seguí y seguí. Estuve en el borde de la locura. Pintaba a ella. A él. A mí. Mi casa se llenó de pinturas, papeles, esculturas. Investigue hasta el último gramo de ella. De él. De mí. Nunca en mi vida estuve tan decidido a ganar algo. Algo que ya estaba perdido.

Corrí al que solía ser mi barrio para encontrarla. Llamé a la puerta de su casa. Una, dos, tres veces. Nada. La perdí otra vez. Fui a la casa del que fue mi amigo. Tampoco. Era como si se hubieran desvanecido. ¿No era ese mi deseo desde un principio?

Recordé mi casa. Mis pinturas. Al fuego. Recuerdo a ellos, sentados en mi sofá. Riéndose de ellos. O de ella. O de él. O de mí. También recuerdo como él fue a la cocina. Quede dormido cuando preparaba la cena. No sé en realidad si estaba dormido. Me levanté haciendo una acción, por lo que no puedo decir con certeza si estaba dormido. Desperté defendiéndome de las llamas. Había quemado todo. Se habían ido y me habían dejado ahí. Para morir.

Decidí ir a lo de mis padres. Al menos tendría una cama y comida. Al llegar, abrí la puerta y me quedé helado. Recortes de diarios estaban pegados por toda la casa. Fuego; sádico, decían los recortes. Había fotos. De ella. De él. Pero no de mí. Mi madre bajó las escaleras y me miró horrorizada. No podía esbozar una palabra. Yo traté de hablar pero nada salió de mi boca.

En el fuego se escuchaban a veces gritos o se sentía la muerte. Supongo que era natural. Lo que no era natural era que yo esté ahí sentido. Satisfecho. Mientras todo alrededor se consumía.

Reaccioné y agarré un recorte para leerlo más detalladamente. Enfermo mental asesina a sus amigos. Otro. Sádico quema casa e incinera a sus amigos. Comencé a leer todos y cada uno de los recortes. Hablaban del mismo caso. Había una foto. Un bidón de gasolina H-24. Horrorizado, entré al garaje y vi la nafta. H-24.

Mientras todo se quema, uno se pone a pensar en toda su vida. Y allí, en el fuego, comprendí algo. Odiaba a esos dos. Ella se dejó convencer por él y me dejó a mí de lado. La única vez que sentía algo real, el me lo quito y ella ni le importó.

Entonces pensé: asesina a sus amigos, incinera a sus amigos. ¿Me mató? ¿Él me mató? ¿También mato a su novia? ¿Era yo un fantasma? ¿Qué era lo que realmente pasaba?

Antes de que me sacaran del fuego, si realmente me sacaron y no había muerto, pensé en ellos. Intenté verlos en el suelo. Quemándose. Y créanme, lo logré. Es impresionante hasta dónde puede llegar el odio. Los vi a los dos retorciéndose de dolor. Muriendo

Horrorizado, abrí el bidón de nafta y lo esparcí por el suelo. Mi historia no tiene final feliz. Quizás porque siempre fue triste. Si ya estaba muerto, nada pasaría. Si no, finalmente moriría.

Fuego. Es todo lo que hay, es todo lo que me queda. Asesinar a mis amigos no fue la mejor opción.

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