Leones



– Ah, hola. No te había visto. Cerrá la ventana que hace frío.

– Pero estamos en verano.

– Ah. ¿Están con tu hermano?

– No, vine solo. Gonzalo está trabajando.

– ¿Viajando? Vive arriba del avión ese chico, algún día va a tener un accidente. Hay muchos documentales que dicen que…

– No, trabajando. Les tiene fobia a los aviones él. Hoy del trabajo sale tarde.

– Sí, yo también tengo hambre. ¿Ya estará la comida?

– Acabamos de comer. Yo estoy un rato y después me voy.

– ¿Siempre es hoy? Linda frase tiraste, pibe. Pero nada que ver con lo que estamos hablando.

– Es de Cerati esa frase. ¿Lo ubicás?

– ¿Cómo no lo voy a ubicar? El flaco Cerati, sí. Iba conmigo al colegio. Pobre, lo mataron en la cancha. Era buen tipo. Medio idiota a veces. Por eso lo mataron, bah. Por eso te digo: nunca te metas…

– … en donde no te llamaron. Y lo cumplí a la perfección.

– Sí, a mi también me molesta la construcción. No sé hace cuanto están con esa porquería. Ahora todos los edificios son horribles. Yo leí un libro que en la flamante y antigua Grecia…

– … se construía con piedra caliza.

– ¿Qué?

– Nada, nada.

– Bueh, te decía… ¿Qué te estaba diciendo?

– De la Grecia antigua y flamante.

– No, yo amantes no tuve nunca. Siempre fui un tipo fiel. Y jamás hubiera estado con alguien que se llame Greta. Eso será en Alemania, pero nunca viajé. Seguro Gonzalo sí, viste que vive arriba del avión ese chico. ¿Vos la novia para cuándo?

– Ya tengo, hace unos años.

– ¿Cómo que la conociste en el baño?

– No, hace años. Por un viaje de trabajo en la Quiaca.

– Sí, yo también vi el videíto ese de los escarabajos de la caca. Son iguales que los políticos, ja.

– ¿Vos votaste en las últimas elecciones?

– No vamos a hablar de eso, pibe, dale. Igual, te tiro un consejito: hay una pastillita azul…

– No, eso no. Si votaste al presidente.

– No, yo uso dentadura, dientes ya no me quedan. Estoy viejo ya. Pero me acuerdo cuando te llevaba a comer hamburguesas después del museo. Le hincaba el diente que daba miedo. Y vos también.

– Sí, me acuerdo. La pasábamos genial. ¿Te acordás cuando al pueblito en la costa donde habías nacido?

– ¿Cómo no? La de travesuras que me mandé allá. Te imaginarás que eran otras épocas, todo estaba más permitido. Si querés vamos a la playa en un rato, cuando baje el frío.

– Estamos lejos de la playa. Quizás podemos ir a la plaza.

– Si no está cerrada sí. Me mandaron al uasat este que me pusieron que cierran todo porque hay perros peligrosos.

– No lo creas. Es fake news.

– ¿Feng shui? Me parece una estupidez, francamente. Si querés paz, tenés que salir a buscarla vos. Y solo la encontrás…

– … si vos la transmitís. Sí, ya sé. Pero a veces cuesta. Es un mundo muy loco este.

– Y entonces volvete más loco. Así se sobrevive, hijo. ¿Sabés qué podemos hacer? Mirá, cantá conmigo, como cuando eras chico. ¡En el mar y sus entrañas-hay pescadillas-tiburones-…

– … y muchísimos leones! ¿Eh? ¡No! ¡LEONES NO!

– Cómo me gusta esa canción. Y cantarla con vos, pibe, qué regalos que da la vida, eh. ¿No tenés hambre vos? Me podría comer un chocolate.

– Bueno, pero esta vez nomás te lo doy. Sino después me retan a mí.

– Te llegan a decir algo y me enojo yo. Dale, andá a buscarlo que hoy ya caminé demasiado, ja.



Lo vi en su silla de ruedas y me reí. Fui a buscar el chocolate, y en el camino me limpié una pequeña lágrima que, traviesa, se escapaba de mi ojo derecho. Volví y lo vi mirando el sol que se colaba por entre las plantas de su ventana.



– Ah, hola. No te había visto. Cerrá la ventana que hace frío.



Le dejé el chocolate y me fui. Antes de cerrar la puerta, lo vi por última vez. Miraba el cuadro donde estábamos todos con una sonrisa más grande que la mancha de chocolate de su camisa. Y me fui tarareando la canción de los leones, mientras pensaba en que los abuelos que vean a sus nietos siempre serán, aunque a veces no lo sepan, las personas más buenas y felices del mundo.


Comentarios

Entradas populares