Inefable

Ya tomé la decisión. Voy a cambiar el mundo. Es un hecho: sucederá, no hay dudas de eso. ¿Cómo? Con la fuerza de mis palabras. Nada más ni nada menos. Los oradores más famosos del mundo quedarán de rodillas frente a mis discursos, los políticos me pedirán ayuda para encauzar el futuro de los países que gobiernan y los líderes espirituales usarán mi ejemplo para inspirar a las multitudes. Qué bien se siente cambiar el mundo.
Mis palabras no llegarán por la televisión o redes sociales, sino por donde se formó la historia misma: en un libro. Escribiré un libro, un libro tan fantástico que nadie jamás pondrá otro a su altura. Lo tengo todo pensado. Hablará sobre los temas más importantes y profundizará en lo más esencial de la existencia.
La presentación será en un teatro, con una banda de jazz que, en el fondo, acompañará un discurso que hará emocionar hasta al más duro. Se venderá en las librerías más exclusivas y lo comprarán los grandes de la literatura. El personaje principal se va a basar en mí, obviamente, y mi vida llena de experiencias.
Experiencias que ganaré una vez que concrete todos mis viajes. Porque voy a viajar, por todo el mundo. Hablaré con todos: desde el más pobre hasta el más rico me contarán sobre la vida misma. Así, alimentaré mi intelecto para luego transformar en palabras todo lo que aprendí de las personas. Y ellas, cuando me vean en los diarios, presumirán de haber hablado conmigo y dirán que, en realidad, aprendieron más de mí que yo de ellas.
Viajaré cuando consiga el dinero. Para eso voy a trabajar incansablemente. Ocho, diez, doce, ¡catorce horas por día! Me levantaré y acostaré con la luz de la luna, y solo disfrutaré del sol en mis ratos de descanso. Ascenderé rápidamente hasta los puestos jerárquicos y, desde allí, administraré las personas para que los bienes se multipliquen entre quienes los merecen.
Serán de esos trabajos que dan mucho dinero, a los que solo unos pocos pueden entrar. ¿Cómo lo voy a lograr? Estudiando. Lo haré en las universidades más prestigiosas del país. Seré admirado por mis compañeros y profesores, y hasta puede que dé clase allí para compartir la experiencia de cómo se crea un prócer histórico. Mis notas serán siempre altas y mis intervenciones en clase generarán siempre dos silencios: uno para escucharme con atención, y el otro para reflexionar sobre lo dicho y buscar, sin éxito, una respuesta a la altura de mi afirmación.
Allí conoceré a quien será mi alma gemela: tendrá una belleza que nadie superará jamás, porque será la combinación perfecta entre estética e intelecto. Nos enamoraremos en una de las tantas charlas de café en donde discutimos sobre lo más esencial de nuestra existencia. Me admirará como todos, pero me querrá como nadie. Será mi confidente y mi descanso, será mi caricia y mi musa, será música en mis oídos y colores en mi andar.
Esa persona estará junto a mí hasta el día de mi muerte, cuando más millones de los que ya me admiraban se congregarán en mi memoria. Pasaré a la historia como “el hombre que cambió el mundo”, y seré estudiado en colegios donde los alumnos me querrán por lo que hice y porque mi vida significó un feriado. Mi vida será la más conocida de todas. Cuando me recuerden, intentarán describirme, solo para decir: “Era verdaderamente inefable”.
Ya está definido, entonces: cambiaré el mundo. ¿Por qué? No lo definí todavía. ¿Qué será lo que diré? Lo descubriré en el camino. ¿Cuándo empezará ese cambio? Es probable la semana que viene, porque estos días tengo que ayudar a mamá a ordenar la casa porque viene un tío de afuera y se queda en mi cuarto. Yo ya le dije que necesito mi espacio para ser creativo, pero desde que me amenazó con echarme de casa tuve que callarme la boca.
Todo este pensamiento me dejó tan exhausto que necesito descansar mi mente brillante un tiempo. Ya verá ella cuando yo cambie el mundo y sea inefable. Será la semana que viene, o la otra, o quizás el próximo mes. Ya lo tengo todo pensado. Qué bien se siente cambiar el mundo.
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