De personajes y esencias

¿Quiénes somos cuando no somos nosotros? Lo pregunto más directamente, estimado lector: ¿quién es usted cuando no es usted? Con esto me refiero al “verdadero yo”, el ser en su esencia. ¿No somos todos grandes inventores? ¿No creamos personajes ligeramente distintos a nuestra esencia para los diferentes ámbitos de nuestra vida? No puede negarme que usted no es el mismo en su trabajo que en una fiesta, ni que se comporta de maneras diferentes según si está con familia, amigos o desconocidos. ¿Quién es usted cuando no es usted?
Déjeme decirle, estimado lector, que usted es un actor como cualquier otro. Consciente o inconscientemente, ha creado personajes para enfrentarse a la vida, distintas personas con el mismo nombre y la misma cara. El mismo chiste le provocará una gracia distinta según quién lo haga, y hasta su forma de hablar y de callarse dependerá del lugar donde se encuentre. No puedo verlo ahora, pero estoy bastante seguro de que sabe a lo que me refiero. Le pido tenga a bien detenerse a pensar un segundo: ¿cuánto tiempo pasa usted siendo usted? ¿No pasa más tiempo actuando los personajes que creó?
No quiero que interprete esto como una crítica, para nada. De hecho, que usted se identifique con estas líneas significa que funciona como la mayoría de las personas. El mundo de las interacciones humanas no es más que una colección de esencias difuminándose mutuamente. Es algo inherente a nosotros, el instinto de preservación −en este caso, de nuestra imagen−. O quizás lo inherente es, en realidad, el miedo al rechazo, al ostracismo. Usted no es usted porque quiera, sino porque siente que así debe obrar. Y como se ha manejado toda su vida, ya no sabe cómo ser usted sin un acto de por medio, sin formar un personaje adaptado a un contexto.
Después de esta breve exposición, cabe hacerse otra pregunta (¿no es ese el ejercicio que usted vino a hacer: la introspección?): ¿quiere ser usted?
Con esto, querido lector, me refiero a un propósito muy instalado en la actualidad: “ser lo que uno quiera ser”. Lamento revelarle que eso es imposible. Uno no puede modificar su ser −su esencia− según su deseo, no puede cambiar lo que es por otra cosa (el ser de otra persona o, más bien, alguno de sus personajes, por ejemplo). Podría usted discutirme que no hace falta cambiar su esencia, que con crear un personaje nuevo basta. Yo contestaría que entonces usted no es quien quiere ser, sino que actúa como quiere ser, con la esperanza inútil de que algún día cambie su esencia. Le recuerdo: su esencia jamás cambiará.
¿Quién es usted cuando no es usted? ¿Es un gran hablador o un tímido absoluto? ¿Es un esbelto caballero o una muy suelta dama? ¿Se preocupa por los demás o solo por sí mismo? Las posibilidades, como los personajes, son infinitas. El caso contrario es su esencia: permanecerá igual aunque usted quiera cambiarla, por el simple hecho de que no es suya. Es su esencia, sí, pero usted así la recibió y no puede devolverla, modificarla o anularla.
Esto me lleva a otra pregunta. Siga conmigo un rato más.
¿Quién es usted cuando es usted? Tómese un tiempo para pensarlo.
¿Alguna vez vio a su verdadero ser? Estimado lector, cualquier respuesta que usted elabore será incorrecta (sé que no puedo escucharla, pero pensemos esto como la conversación que, en su mente, está sucediendo). Usted jamás podrá responderme correctamente. Déjeme explicarle. Existen tres formas en las que se lo define. Está su imagen externa, lo que los demás creen que usted es (y que se subdivide en sus personajes); su imagen interna, lo que usted cree que es (su respuesta incorrecta); y su esencia, lo que usted verdaderamente es.
Como ya habrá imaginado, la confusión habitual es entre la esencia y la imagen interna. Sin embargo, eso no significa que su esencia esté siempre oculta. Porque, seamos sinceros, querido lector, es imposible escapar a la esencia. ¿No es acaso eso de lo que estamos hechos? Ese mensaje impulsivo, del que después se arrepiente, es su esencia. Su risa incontrolable (y bastante ruidosa) es su esencia. Las personas a quienes quiere sin remedio también son su esencia. ¿Va entendiendo, lector? Puede ver su esencia en las lágrimas todavía húmedas en la manga de su remera, la encuentra en sus sueños nocturnos y algunos diurnos, está plasmada en su vocación, lo que usted ama hacer aunque no lo elija.
Antes de irse y continuar con alguno de los papeles que está interpretando, permítame hacer una última digresión. Cualquiera sea el arte que usted practique o elige consumir, esa es la máxima declaración de su ser. El arte, en su forma más pura, es un pasadizo directo a la esencia de las personas. El arte no es más que el alma manifestándose. No por nada muchos argumentan que el arte es esencial. Así que si usted llegó hasta aquí (y, por consiguiente, eligió acompañarme en este arte que es escribir), entonces su esencia, en algún punto, se cruza con la mía. Usted fue usted durante este tiempo de lectura. Ahora, tanto usted como yo sabemos que podremos recurrir al otro en caso de que necesitemos, por un rato, cruzarnos con nuestra esencia.
¿Quién es usted cuando es usted? Su respuesta, le repito, jamás será correcta. Pero ahora no será incorrecta porque es equivocada, sino que solamente estará incompleta. Usted ya conoce algunos pedacitos de su alma. ¿Esencial, no es así?
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