Estrellas

Las vacaciones eran en el campo. La noche era estrellada. Salieron a verla y se recostaron sobre el pasto recién cortado, y un tanto mojado por el rocío. Se miraron, y él sonrió con entusiasmo. Era la primera vez que veía una noche así. Al verlo sonreír, pensó en lo mucho que lo quería. Pensó en el amor. Qué dilema tan grande. A veces por obligación, a veces por elección, a veces por impulso.
Pensó en ese que la fama hizo que se olvidara de quién era la persona que lo quería realmente. Pensó en ese otro que confundió el amor con dinero, y perdió el amor para siempre. O en ese que no quiso lanzarse, y terminó solo. O en aquel que no fue a buscarla para decirle que se quede. U otro que lo tuvo, y lo dejó ir.
Pensó en esa que lo tuvo delante, y prefirió ignorarlo. Pensó en esa que hasta formó una familia, pero priorizó una vida de viajes y soledad. Pensó en esa que buscaba cuotas de amor en todos lados, y nunca tuvo uno completo. Pensó en esa que fue de uno en otro, y entre alguno de esos se perdió del amor de su vida. O en esa otra que no sabe si alguna vez lo tuvo. También en esa que sintió el amor más profundo junto a otra persona, pero tan solo duró una noche.
— Cuántas estrellas que hay en el cielo, pa.
Lo miró y, con una mirada nostálgica, sonrió.
Lo miró y, con una mirada nostálgica, sonrió.
— Muchísimas, hijo. — le contestó. — Muchísimas.
Volvió a mirar al cielo, mientras pensaba si por cada amor perdido nace una nueva estrella.
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