Solicitud de ilusiones
Estoy buscando alguien para enamorarme. No una pareja, no. Para enamorarme nomás. Quiero una cara, un nombre, alguna que otra foto y quizás hasta el sonido de su risa. Solo eso tiene que prestarme. No necesito que me conozca ni mucho menos que se enamore de mí. Solo necesito alguien para enamorarme.
Aunque esto sea probablemente un exceso de responsabilidad, le aviso a esta persona que también solicitaré su autorización para que aparezca en mis sueños e ilusiones. Sería ideal que me la dé porque, caso contrario, me encontraría en un conflicto de difícil solución: ¿cómo no pensar en alguien del que uno está enamorado?
Aviso: no necesito su presencia ni sus respuestas. No preciso besos ni caricias. Ni siquiera requiero de un saludo a la distancia o de una mirada traviesa. Nada de eso. Es más: no será necesario su tiempo, y tampoco el mío. Porque esta persona (su imagen, en realidad) vendrá y se irá sin pedirlo, ocupará mi cabeza de a momentos y aparecerá entre las lágrimas de la desdicha y los suspiros de plenitud.
Elaboré esta solicitud como último recurso, debo aclarar. Después de mucho tiempo, dejé de encontrar alguien en quien depositar mi vida entera sin que lo sepan. De adolescente pequeño era muy fácil: mis enamoramientos fluían como agua de río. De joven venían más esporádicamente, pero con más fuerza y permanencia. Ya de adulto, tuve la (¿mala?) suerte de encontrarlos con relativa frecuencia. Pero ahora, sinceramente, ya no sé dónde buscar.
¿Para qué quiero enamorarme? Pues porque es lo mejor que me pasó en la vida. Enamorarse es ilusionarse. Enamorarse es vivir para otro. Enamorarse es, como bien lo dice la palabra, envolverse en el amor. Cuando yo me enamoro, vivo como nunca. Involuntariamente, todo lo que haga será para aquella persona. No equivoquen: no es una sumisión ni una obsesión. Es dejar de ser uno solo para ser con otro. Más simple: es querer que esa persona sepa todo de nosotros. Es querer que sea feliz por nosotros. Porque así nosotros seremos más felices. ¿Egoísmo encubierto? No creo. Yo prefiero llamarlo transferencia de virtudes.
Considero también importante avisar que quiero enamorarme, pero no involucrarme. Perdón. El amor siempre implica involucrarse. Me refiero a que no quiero involucrar el corazón de otra persona, sino solo el mío. Soy mejor si soy enamorado. Seré más miserable a veces, pero la profundidad de las caídas es igual a la altitud de mis saltos.
Prefiero mantenerlo así: solo yo. Solo mis ideales. Apuntar hacia ideales imposibles no significa frustrarse por no alcanzarlos, sino festejar el haber llegado a lo mejor: lo que está justo antes del imposible, pero dentro de nuestras posibilidades. La realización perfecta. Si oriento mis acciones a un ideal, si me entrego a esa utopía, seré mejor. Eso sí: seré incompleto.
Estoy buscando alguien para enamorarme, pero no quiero que se enamoren de mí. Porque esa reciprocidad destruirá los ideales que yo solo, es decir, en mi soledad, puedo construir. Esa reciprocidad llevará a decepciones que, sin otra alma imperfecta para ocasionarlas, son imposibles. Principalmente, esa reciprocidad será un callejón sin salida: una vez que me entregue de esa manera, tan completo, tan perfecto, tan vulnerable y tan fugaz, no habrá manera de volver atrás.
Si me entrego, dejaré de ser yo para siempre. Ya no seré "por mí", sino que seré "para ella".
Estoy buscando alguien para enamorarme porque quiero alimentar la ilusión. Porque quiero prepararme. Porque, algún día, dejaré de regalarme ideales. Algún día viviré mi última decepción. Algún día entregaré mi alma. Pero para eso todavía falta. Por ahora, estoy buscando alguien para enamorarme. Sin ilusión, ¿para qué vivo? Además, ¿quién sabe? Quizás la persona que acepte esta solicitud termine, sin saberlo, entregándome su alma.
Comentarios
Publicar un comentario