La facilidad con la que se destruye un mundo
Bienvenido a mi mundo, estimado lector. Digo mío porque yo soy su creador y su protagonista. Sin embargo, como yo lo creé, también soy el Dios de ese mundo. Recuerde que con mi pluma puedo diseñarlo a mi manera, y puedo otorgarme poderes inéditos y características perfectas, pero prefiero no hacerlo. Por una vez, decidí no separar obra de autor, plasmar mi historia personal, mis deseos y miserias en este mundo que se forma a medida que la tinta se seca en el papel. Y no crea que me olvido de usted, no, para nada.
Usted estará, sobreentendido, presente o hasta inexistente. Formará parte del imaginario de mi protagonista. De alguna manera, su presencia física o figurada influirá en las decisiones del personaje principal. Este es un hombre, de edad media y trabajo estable, con metas alcanzadas y sueños incumplidos. Es un hombre, de estatura media y peso estable, que añora un amor que no existe, que se inspira en películas y libros exitosos y se materializa en borracheras con personas que nada tienen que ver con el concepto de grandeza que ronda por su cabeza.
El mundo que yo creo es un mundo donde no todos son felices, eso arruinaría un poco la historia, ¿no? Creo que eso le sacaría esa pizca de tristeza que todos, en el fondo de las mentes ficticias que yo creo, guardamos. Es un mundo donde algunos tienen más poder que otros, la injusticia es moneda corriente y la muerte da vueltas en los lugares donde no la buscan. Ojo, no todo es negativo, imaginará que de esa manera sería un mundo en donde nadie quiere estar.
Hay paisajes soñados, bellas historias y personas que trabajan cada día para un mundo mejor. En el que está usted, querido lector. Está, al igual que nuestro protagonista (a esta altura, usted se ha apropiado de la historia tanto como su creador), buscando eso que cree como destino y sufre como imposible. Ya sabe de lo que estoy hablando, no creo que haga falta mencionarlo. Y la incertidumbre se apodera de su cabeza aun en la más completa seguridad, así como también en la completa incertidumbre usted tiene la certeza de que llegará. Es que en el mundo que yo creé, las personas son puras contradicciones.
Están seguros de la incertidumbre y tienen miedo de la certeza. No hay en mi mundo persona que busque algo diferente. Tampoco es que es a cada segundo, entiéndame. Eso se convertiría en una carrera desenfrenada por algo que, según todos creen en mi mundo, en algún momento llegará. Porque en este mundo ficticio, que se expande al compás de mi pluma, todos son eso que buscan sentir. Ya sé lo que está pensando: eso es imposible. Será imposible en otro lado, en este mundo todos (lo siento, usted está incluido) son excelentes contradicciones.
Muy bien. Ya existe el mundo y su contexto y existen las contradicciones (o personas, como quiera llamarle). Ahora falta una historia. A esta altura ya debería conocerme y saber que la historia será de amor, porque mi protagonista añora esa perfección que lo esquivará toda su vida. Hablaremos de su nacimiento en una familia que, aunque con falencias, le permite crecer y desarrollar su esperanza. Hablaremos de sus errores, de su felicidad siempre incompleta y de su pasar por un mundo efímero.
Conocerá, entre todas las demás, una persona que torcerá ese destino que no existe. También hablaremos de esa persona (quién sabe, hasta puede ser usted), que también tendrá alguien que marcó su existencia incierta. Para darle un giro dramático, ese imposible será mutuo, y la eterna y perfecta contradicción será difícil de conjugarse entre dos personas que no saben que se están buscando.
Ya llega la hora de un final, estimado lector, me quedo sin espacio y usted sin tiempo (aunque si llegó hasta acá, festejo que mi pluma haya vencido a su reloj). No le voy a dar un final, únicamente porque la historia ya es suya, haga de ella lo que quiera. Si siente que los imposibles cambian su rumbo, junte a mi protagonista y su contradicción. Si entiende que la fatalidad es parte de este mundo, separe sus caminos y mantenga unidas sus almas. Pero le pido por favor que no sea realista.
La realidad es traicionera, engañosa, incierta. No. Por nada de este mundo haga el final realista. Es el único favor que le pido, le dejo a cargo el final, no lo arruine. Porque los finales realistas los escribo siempre, en todos mis mundos (que a esta altura se habrá dado cuenta, tienen más de realidad que de ficción). Y así como los escribo, los borro. Y con esa facilidad y rapidez destruyo mundos. Porque, y piénselo bien, ¿para qué quiero uno igual al nuestro?
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