La revolución de los actores literarios



Se subió al colectivo.

− ¿Otra vez al colectivo? Qué poco original, viejo. Siempre lo mismo – se preguntó en voz alta, situación que atrajo las miradas de todos los pasajeros. – Sí, sí, ustedes mírenme raro, pero yo ya vengo subiéndome al transporte público desde hace 10 historias – continuó, ofuscado.

Comenzó a caminar por el vehículo, analizando puntillosamente las personas que estaban al lado de los asientos libres, para seleccionar el acompañante menos molesto o el más interesante. Una chica joven de pelo enrulado y mirada perdida fue la elegida, aunque no sabía por qué.

− Sí, sé. Es porque vos quisiste. Ya me estás empezando a hartar – se dijo para sus adentros. – No mientas, lo dije en voz alta.

Se sentó mientras largaba un soplido, y se desabrochó dos botones de la camisa. Sacó un pañuelo, se limpió el sudor y volvió a guardarlo.

−Venimos flojos de descripciones hoy, ¿no? Eso te pasa por querer que yo haga tu laburo. Vos tenés que venir con una historia ya pensada, no podés esperar que yo invente sobre la marcha.

− Bueno, dejalo tranquilo un rato, ¿dale? – le ordenó incisivamente la chica de rulos, que se había despegado de la ventana. – Si te metés todo el tiempo en el medio no lo dejás crear nada. Los escritores necesitan espacio para encontrar su propia voz. Si esperás que sea Cortázar, Borges o Fontanarrosa de inmediato, entonces vos sos el malo.

Entró una mujer sollozando, pidió un pasaje de 20 pesos y miró hacia atrás, casi buscando una ayuda que se notaba que le faltaba.

− No, pará, pará. Si querés después te hago el acto del enamorado de la chica vulnerable. ¿Vos quién sos? – le preguntó a la chica de rulos que lo acababa de retar. – Me parece que no deberías estar hablando.

− No, no debería. Acabo de empezar, es uno de mis primeros cuentos. Pero es frustrante que te vivas quejando. ¿No te gusta lo que hacés?

La mujer estaba llorando, y él se levantó a acercarle su pañuelo y consolarla. Se dio vuelta y volvió a mirar a donde estaba sentado.

− ¿Sabés qué pasa? Que no me gusta tocar siempre la misma canción. Porque acá pasa eso: seguro que esta mujer viene de presenciar algo feo o de recibir una mala noticia. Yo la consuelo, ella abre su corazón y así logra conquistar el mío. Pero el viaje termina y no nos vemos más. Nunca dice qué colectivo es, pero siempre va por los mismos bosques. ¿No puede ir por una avenida, por un pueblo chico, por una calle abarrotada de autos? Siempre arranca de la misma manera, se trunca en el medio y termina siendo un amor frustrado en un cuento corto sin destino.

− ¿Y por qué no te quejás con el sindicato? – le preguntó la chica de rulos, haciendo caso omiso a los llantos de la mujer, que todavía no había pagado su pasaje. El colectivo atravesó un bosque.

− No te dan pelota. Acá los que importan son los actores literarios de novelas, no nosotros. Y si encima éste se centra en los amores frustrados, que nunca venden… Se me hace muy difícil.

− ¿Y no pensaste nunca en escribir las historias? Se ve que tenés mucho para decir, y yo creo que tenés mucho talento. ¿Por qué te creés que estoy en estos cuentos, y no otros? Me gusta lo que hacés.

− Es que en realidad yo no existo. Yo soy lo que él escribe, nada más. Fijate que no tengo cara. Lo único que sé es que tengo una camisa y un pañuelo. ¿En serio estás acá por mí?

La mujer ya no lloraba más. En cambio, estaba mirando un intercambio casi irreal entre dos personajes que, juntos, no acumulaban más que una camisa, un pañuelo, unos rulos y una mirada perdida. Sin embargo, no eran los aspectos ni las expresiones lo que importaban, sino las palabras, en las que se leía algo más de lo que estaban diciendo.

− Sí, en serio. ¿Por qué no creamos esa historia que te esquiva? Vení, seguime, vamos a explorar ese bosque. Total, no hay nada que perder, ¿no? Si este cuento ya está terminado.

Ambos se bajaron y abandonaron a la mujer del protagonismo frustrado en un colectivo que jamás comenzó a moverse y que, poco a poco, se fue perdiendo con el correr de los párrafos que estaban por escribirse.

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