Esos días
Estimado lector, en esta ocasión quería comentarle y charlar (de manera figurada, esto es y será un monólogo por más que usted intentara contestar) acerca de esos días. No me malentienda, no me refiero a ningún cambio físico, hablo de un estado mental.
Imagino que a usted le será familiar, quizás hasta se encuentre en esos días. Podría definirlo como una alteración en la percepción. Quizás sus modos y proceder rutinarios no cambien, pero sí la visión que tiene usted sobre ellos. Todo es igual, y a la vez, distinto.
Uno de esos días puede ser de euforia, o felicidad. Con o sin razón (para esta discusión, es indistinto), todo es mejor. Estos esos días son los mejores, porque todo adquiere un sentido de alegría: una risa es una carcajada, un recuerdo genera una sonrisa y ver a una persona que uno quiere genera bichos en el estómago (de los buenos, no digo mariposas porque la cuestión no concierne únicamente a una relación romántica). Son esos días en los que uno fabrica recuerdos, de manera intencional.
Pero también están esos días de melancolía donde, de alguna manera, usted da pena. Más precisamente, se da pena. Es usted la víctima de una situación y piensa su figura en una película dónde los espectadores piensan luego de exhalar un suspiro: "pobre". Nadie lo trata como víctima y, nuevamente, con o sin razón, usted así lo siente. Es incomprendido, es un alma exenta de las crueles maneras de una sociedad corrupta (de la que irónicamente forma parte).
Otros esos días son de amor. No confunda con esos días felices. Aquí es más probable que haya una sola persona en mente, pero no es obligatorio. Quizás fue una película de amor, un sueño o un poema. Todo en su vida es signo de ese amor que siempre quiso y, en estos esos días, sabe que va a venir. No le importa tanto el cuándo (a diferencia de los de melancolía), pero simplemente lo sabe. Y los pájaros cantan y la música es la banda sonora de una comedia romántica donde usted (¡oh! sorpresa) es el protagonista.
Los esos días más malignos son los del enojo. No sabe ni sabrá el por qué, pero todo es molesto. Tiene ganas de gritar, pero le molesta hacerlo. Ni hablar de que le griten. De alguna manera "todo le sale mal" y lo bueno no le alcanza. El clásico "no me hablen ni me dejen solo". Una necesidad de un (des) apego constante. Es en estos esos días es que debe pensar, más que nunca, en esos esos días de amor o felicidad.
Disculpe, no quiero demorarlo más. Quizás está en esos días de enojo o melancolía y este monólogo con intención de charla se está haciendo largo. Existen muchos esos días: los graciosos, los luminosos, los oscuros, los cansadores, los creadores de sueños o los destructores de esperanzas. También están esos que yo considero, personalmente, los peores: esos días de nada. Usted sabe a lo que me refiero (al menos, espero que así sea). Pase de página, váyase, quédese. Mis palabras no lo llevarán a ninguna parte más que a su propio sentir.
Porque usted lee lo que yo escribo, y, no me malentienda, lo invito a que lo haga. Pero pocas personas (a veces ninguna) me invitan a escribir. ¿Por qué lo hago? Quizás es porque estoy, como usted ahora o alguna vez, en esos días. ¿Cuáles? Eso, lo dejo a su criterio. Confío en usted, mi fiel lector, por algo ha llegado a esta parte del texto. Y ahora vaya, yo lo dejo. Haga de todos sus días esos días felices.
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