Los poderes de mi vieja



¿Te acordás de todas esas veces que no encontraba algo, y vos venías y aparecía? Siempre consideré que a las madres les otorgan un poder divino. Nunca entendí cómo hacías para que las cosas, de repente, como por arte de magia, estuvieran donde no habían estado.

Y no me refiero solamente a los pares de medias o al juguete que no encontraba. Lograste crear un hogar donde había una casa, y una familia en un grupo de personas. Sí, ya sé, no nos quedaba otra, pero con el paso del (poco) tiempo entendí que una familia se crea con los años, y que la sangre no es la que la define. Muchas personas comparten sangre, pero no familia. Sin embargo, ese nunca fue nuestro caso.

Los poderes son muchos. De chiquito me decías que sabías si yo estaba mintiendo porque tenía una lucecita en los ojos, y yo miraba en el espejo o en los ojos de mi hermano y nunca la lograba encontrar. Y aunque más adelante comprendí que me delataba yo solo, por ingenuo o simplemente falto de experiencia, esa lucecita dejó de ser pauta de mentira para convertirse en delatora de amor.

Eso sí que no lo voy a entender. Todavía me acuerdo esa vez que con nada más saludarte te diste cuenta de que había tenido mi primer beso, pero, astutamente, no me dijiste nada. Y tiempo después me miraste, con una sonrisa traviesa, y entendí que sabías que yo estaba enamorado desde un principio.

Lo que más me impresionaba (y un poco me daba celos) es que eras madre con todos. No hay amigo mío que no te quiera, todos venían a casa y destacaban lo buena que eras con ellos y, ahora lo entiendo también, sentían que tenían una familia en nuestro hogar. Porque, como ya te dije, fuiste creadora de familias, aun en los lugares más imposibles. Ya más grandes mis amigos se burlan cuando les hablo de "los poderes de mi vieja", pero en el fondo yo sé que ellos también los conocen.

Fuiste generadora de mundos, con historias de piratas, marcianos, príncipes y caballeros. Mi imaginación siempre fue gracias a tu creatividad, y aunque digas que ahora yo te superé en inteligencia, no te creo ni un poquito. Y no sólo creabas o hacías aparecer cosas, no. También las hacías desaparecer.

Desapareció mi miedo a la soledad, a la miseria, a la muerte. Desapareció la tristeza y el llanto. Y eso que esas son peleas complicadas, porque a veces vuelven. Pero vos siempre ganas la batalla, como estoy seguro de que vas a ganar esta que se viene.

Me hiciste entender que la vida vale muchísimo, y que tenerla es un regalo. Pero más grande es el regalo que me hiciste, algo que no se puede devolver. Porque un hermano no se compra. Y mi vida es la mejor que puede haber, pero sé que así es porque atrás estuviste vos, construyéndola. Y cuando algunos se tuvieron que ir, me explicaste que sin esas personas nuestra vida vale aún más, porque no solo es nuestra, sino que también es para ellos.

Sabía que ibas a encontrar esta carta, aunque esta vez te di bastante tiempo para buscarla. Después de todo, siempre tuviste el poder de encontrar las cosas. Como ya dije antes, ahora tu vida vale mucho más. Pero eso ya lo sabés.

A donde sea que esté, voy a contar sobre los poderes de mi vieja. No tengo miedo. Te prometo que vas a ver de nuevo la lucecita en mis ojos, o encontrar eso que yo creía perdido.

Te quiero mucho, mamá. Nos vemos en el otro lado.


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