Bitácora de búsqueda



5/2/1995 – Me crucé una chica en Plaza Armenia. La vi a lo lejos, tenía ojos claros. Me enamoré fugazmente y, fiel a mi estilo, no me animé a acercarme.

7/2/1995 – “¿Otra vez? Dejá de enamorarte todos los días, flaco, ya cansa”, me dijo el gordo. Siempre pensé que tenía razón, pero nunca le hice caso. Compraron una computadora nueva en el trabajo. Me gusta.

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12/2/1995 – Me acordé de la chica, es otro típico amor de la gran ciudad. Si fuera alguien de pueblo chico, quizás en dos días ya sabía quién era y por dónde se movía. Pero lo lindo del amor de la gran ciudad es que nace y muere ahí, en una plaza, en un subte o en un bar. Lo lindo del amor de la gran ciudad es que puede repetirse una, dos o tres veces en un mismo día. Lo lindo del amor de la gran ciudad es que nunca se acaba y siempre se reinventa.

14/2/1995 – El gordo me dijo que no quería escuchar sobre la moza que me atendió en el Café París. Un poco lo entiendo. Hay gente nueva en la redacción. Me enamoré de la que escribe cerca de la fotocopiadora. No me dio bola.

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17/4/1995 – Estaba yendo a la redacción y me enamoré de una chica de pelo colorado y ojos claros. Me sonaba de algún lado. El centro es muy grande, quizás ya la había visto. Los nuevos de la mañana me desordenan todo el escritorio. No me gusta la modalidad de que uno lo use a la mañana y otro a la tarde.

18/4/1995 – El gordo me dijo que no quería escucharme y le terminé contando igual. Él está feliz porque dice que el tano de la mañana le deja galletitas. No sé de dónde sacó que es italiano. El mío debe ser un vagabundo, llego al escritorio y parece el día después de Woodstock.

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25/6/1995 – Me la crucé en los festejos del campeonato. Pasó al lado mío con toda la familia, ni me vio. Tiene un tatuaje chiquito en la muñeca. Es un rombo azul y rojo.

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6/11/1995 – El invierno y verano fueron muy aburridos. Apenas recuerdo una sonrisa en la fila del banco y una charla casual en la clínica. Mi vieja me dice que si sigo así voy a terminar solo porque soy muy exigente. Me voy a caminar por la avenida Libertador para distraerme.

7/11/1995 – Entre las flores violetas de los jacarandás me crucé a Milagros en Plaza Mitre, que estaba con una amiga. La amiga era la de ojos claros y pelo colorado. Tenía una sonrisa ancha. Estaba apurado y no paré a saludarlas.

12/11/1995 – La regla es clara: si te cruzás de nuevo a un amor de la gran ciudad, tenés que juntarte. El gordo dijo que le dijeron que el tano odia al que se sienta en mi lugar porque deja todo sucio. Me cae bien el tano.

13/12/1995 – Milagros se mudó a España. No sé su teléfono ni tampoco el de su familia. No sé cómo voy a encontrar a su amiga.

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15/3/1996 – La vi en la línea C en marzo. Yo me subía a un subte mientras ella se subía al que iba para el otro lado. Ojos claros, pelo colorado, sonrisa fácil y un cuadernito en la mano. “Es así, flaco, qué vas a hacer”, sentenció el gordo, que cree saber todo del amor.

21/3/1996 – Apareció en el parque Centenario, con sus ojos claros, el pelo colorado, su sonrisa fácil y el cuadernito en la mano. Tenía una mirada curiosa, y se detenía a escribir cuando veía al sol colándose entre las copas de los árboles. No me animé a hablarle.

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14/7/1996 – El gordo me dijo que estoy obsesionado. Para mí es frustración. Encima me lo dijo comiendo unas galletitas que le había dejado el de la mañana, mientras que mis dedos resbalaban en las letras grasosas de mi teclado.

19/8/1996 – Yo no quiero otra cosa. Quiero ver la mirada curiosa de sus ojos claros sonreírme a través de su pelo colorado. Pero el gordo me dice que lo aburro. Tiene razón igual, hasta yo me aburro.

6/9/1996 – Tiene una voz muy calma. La vi en un bar y se le cayó la bufanda. Me dijo gracias y se me quedó mirando, pero estaba con un hombre así que me fui para no molestarlos. Otra oportunidad perdida.

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9/1/1997 – Creo que mi vida se mide por los encuentros con la chica de ojos claros y pelo colorado. Si la veo seguido, estoy más feliz. Y van 16 veces. Plaza Armenia, centro, festejos, Plaza Mitre, línea C, Parque Centenario, bar de Belgrano, línea 152, Jardín Botánico, boliche, bar de Recoleta, parque Saavedra, calle Guatemala, teatro Cervantes, librería en Boedo y parque Lezama. Quizás debería ir más a las plazas.

13/1/1997 ­– Me vine a Mar del Plata con mis amigos y me la crucé en la playa. Estuve hablando un poco. Me dijo que ella también es periodista. No le dije que ya la había visto. Creo que ella no se acordaba de mí. Tiene un lunar en su hombro derecho. Quedamos en vernos mañana en el mismo lugar. Mis vacaciones pasaron de normales a excelentes.

14/1/1997 ­– No vino. No tengo su teléfono.

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14/4/1997 – Echaron al sucio de la mañana. Ahora mi escritorio queda igual que como lo dejo. El gordo me dijo que me saque la cara larga porque no se la bancaba más. Se enojó cuando le dije que lo único bueno de su vida era el tano de la mañana.

18/4/1997 – Me ofrecieron el puesto del sucio. Creo que lo voy a aceptar. A la chica de pelo colorado y ojos claros me la cruzaba a la tarde. Ahora voy a poder ir a todas las plazas que quiera.

19/4/1997 – Desde enero que no veo a la chica de pelo colorado y ojos claros. Encima el gordo se puso a llorar porque me voy. Le dije que al tano lo pasaban a la tarde con él, y puso mejor cara. Necesitaba otro amigo el gordo.

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18/7/1997 – No la vi nunca más. Ni en la línea C, ni en las plazas, ni en bares. Quizás se había ido a España con Milagros. Al gordo casi ni me lo cruzo. Puede que mi mamá tenga razón. Me voy a quedar solo.

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20/10/1997 – Me ascendieron a jefe de redacción. Hicieron una fiesta y me crucé al gordo. Me dijo que el tano nunca vino, que pusieron a una chica a laburar en ese lugar, pero que no le da mucha bola. Ya me olvidé de la periodista con el rombo azul y rojo. Bueno, la recuerdo, pero ya no la extraño.

25/10/1997 – Quise conocer a toda la redacción. Invité al gordo a mi oficina para reírnos un rato. Me dijo que su compañera hoy no venía. Dijo que la chica trabajaba a la mañana y la pasaron a la tarde, y que conocía al sucio que estaba en mi lugar. Le voy a preguntar sobre ese tipo.

28/10/1997 – Fui al escritorio del gordo a buscar a su compañera. La vi de atrás. Tenía el pelo colorado. Tenía un cuaderno en su mesa. Extendió el brazo y vi el tatuaje del rombo. Volví corriendo a mi oficina y lo llamé al gordo. Me dijo que nunca se había dado cuenta.

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25/11/1997 – Nunca existió el tano, el gordo simplemente es un imbécil que le dijeron un apellido italiano y pensó que era un tipo. Ahora me jode porque me gusta el tano, que en verdad sería tana. Ni siquiera es italiana, sino que es argentina con ascendencia irlandesa.

30/11/1997 – Volvió Milagros de España. Fui a su cumpleaños y estaba la tana. Bueno tana no, irlandesa. Ya me acostumbré a decirlo así, por el tarado del gordo. Se acordaba de mí. Hablamos toda la noche. Me dijo que le parecía raro que su jefe no la quería ver. Me quedé callado.

(…)

5/2/1998 – Acabo de comprar un anillo. Nos pusimos de novios el mes pasado. Voy a esperar, obvio. Pero ya no creo que este diario me sirva. Siempre habrá amores de la gran ciudad. Pero yo ya encontré al mío. Y camina junto a mí bajo los jacarandás de Libertador, con sus ojos claros, su pelo colorado y su cuadernito en mano.



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