El sector de posfinales (los dueños de la continuidad)
“Entre la lluvia y los fuegos artificiales, la distinguió corriendo hacia su casa. Gritó su nombre, y ella se detuvo. ‘¡Te amo! ¡Siempre te amé! ¡No voy a dejar que la muerte de Timmy nos separe!’ Corrió mientras los rayos iluminaban su camino, la tomó entre sus brazos y se fundieron en un beso apasionado. Quienes los rodeaban los vieron y comenzaron a aplaudir. Ellos se rieron y supieron que un futuro fantástico los esperaba”.
− Ahí tenés tu principio. Fijate cómo encararlo, supongo que podés poner que van a buscar tener hijos, que alguno de los dos renuncia al laburo por el otro y que toman un crédito para sacar un departamento cerca de la playa. Algo así. ¿Te parece?
− Es lo más estúpido que leí, Mariana.
− ¿Cómo?
− ¿Por qué llueve y hay fuegos artificiales? ¿Quién es Timmy? Ese nombre puede ser un nene, un perro y a esta altura hasta un objeto cualquiera. Mirá si alguien se va a poner a aplaudir en medio de una tormenta eléctrica a dos desconocidos haciendo chanchadas en público. Estamos cada vez peor.
− Es lo que mandan de arriba, flaco. Yo no elijo. Te tenés que acostumbrar porque hay muchos así. Si no te gusta, te podés ir para el sector de principios alternativos o a la elaboración de historias de dos renglones.
− No, gracias. Me quedo acá por ahora. Pero realmente me pregunto: ¿por qué estos finales? Son una mentira absoluta, no reflejan en nada la realidad y mienten descaradamente. Hacen que nuestro trabajo sea aburrido, nadie nos quiere leer y terminamos siendo inspiración de manuales. ¿Quién quiere leer el después del final?
− Son necesarios. Las historias no terminan con un punto, simplemente se terminan los capítulos. Para poner una vida entera tenés las biografías. Lo demás es ficción. Y la gente quiere ficción, necesita de finales felices, necesita llorar con muertes inútiles y emocionarse con besos imposibles. ¿Los vas a dejar pensando en una posible deuda con el banco o en pagar los impuestos? No. Para eso ya tienen su propia vida.
− Pero basan su vida en supuestos. Apuntan a experimentar ficciones viviendo en la realidad. No podrán ser jamás el personaje de un libro. ¿No se preguntan qué pasa después del beso? Aunque tengan principios geniales, eso no garantiza desarrollos y finales igualmente espectaculares. ¿No piensan en el después del encontrar el tesoro? Viene la agencia regulatoria y te cobra impuestos o averigua tu fortuna. Ni hablar de los que quieren robártelo. ¿Jamás se cuestionaron lo que sucede a la última mirada antes de que el protagonista se vaya para siempre? Hacia algún lado va y tiene que rehacerse.
− Nuestro trabajo es hacer el de los escritores más fácil, Maxi. Si ellos algún día quieren retomar sus historias, pueden usar nuestros posfinales realistas para saber desde dónde partir. O desde dónde no. Alguien tiene que escribirlos, y ahora somos nosotros. No voy a negar que escasean los finales interesantes. Pero tenés que hacer lo mejor que se puede. El otro día hiciste “Cómo hizo Monkeyman para pagar los destrozos que hizo en la ciudad” y te quedó muy bueno.
− ¡Monkeyman! ¡El hombre mono! Peor superhéroe no se le podía ocurrir a ese atorrante. Somos básicamente monos. El único que me gustó fue “El proceso de superación de Johnny para enfrentar una cadena perpetua por matar a 25 guardias privados en busca de salvar a una mujer que tiempo después lo abandonó”. “La explicación oficial de por qué el presidente besó a una taxista en público” me divirtió un poco también. Pero fíjate qué triste todo, por favor.
− Si vos querés ser escritor de ficción, entonces primero tenés que aprehender bien la realidad. Solo así vas a poder escribir relatos que la hagan más fantástica. Mientras, posfinales realistas. ¿No te parece ni un poco desafiante que lo que para todos son finales, para nosotros son principios?
− No me parece suficiente. Nadie busca un final. Si uno quiere una persona, no apunta al momento de conquistarla sino a la rutina de quedarse con ella. Uno no se desvive por el momento de abandonar la “vida normal”, sino por la nueva vida que esa acción promete. La investigación es para vivir sin la duda, no para disfrutar del eureka. Y ningún libro habla sobre esa parte.
− Sí, hay libros que sí hablan de eso. Los nuestros. Nosotros le damos continuidad a la felicidad que pareciera ser momentánea. La reformulamos, la destruimos, la hacemos de nuevo, le damos nuevos sustentos y logramos colarla en la rutina y la no-novedad. Lo mismo con la maldad, la tristeza, el desconcierto, la ternura, el enojo y hasta con la vida y la muerte. Llamalo como quieras, pero me gusta pensar que nosotros somos los dueños de la continuidad. Algún día vas a estar del otro lado, Maxi. Yo ya estoy grande para eso. Si lográs poner la continuidad en lo extraordinario, te aseguro que les vas a haber ganado a todos. Dale, ponete a laburar.
Tituló “La muerte de Timmy finalmente sí separó a dos personas con fuertes traumas”, y se puso a escribir una continuidad que tenía poco de extraordinario, pero mucho de realidad. Se detuvo por un momento, para que el entendimiento de que él era el dueño eterno de ese pos-final desembocara en una sonrisa traviesa.
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