Esperando al mecánico
– ¡¿Cómo vas a frenar así?! Me arruinaste el tren delantero, flaco.
– Es un auto eso, a mí no me mientas. Trenes hay en las vías y delanteros en el fútbol.
– No generalices. Un delantero puede manejar un tren y se puede jugar al fútbol en las vías.
– Tenés razón. Pero solo si tenés una pelota.
– Todos tenemos una. El mundo tiene forma de pelota.
– No, estás equivocado. Las pelotas no tienen patas. ¿Nunca escuchaste la frase “tal persona me puso el mundo patas para arriba”? Por eso si te enamorás te mareás.
– Yo me mareo cuando me siento mal.
– Entonces comprate mejores sillas. O aprendé a sentarte.
– Pero a mí me dijeron que tengo que sentar cabeza. Todavía no lo hice porque me da miedo ahogar a alguien.
– No entiendo. ¿Vivís en el agua?
– No sé. Algunos me dicen que vivo en la luna. Y otros que tengo que vivir con los pies en la tierra. No soy tan alto.
– Hay que apuntar alto.
– Pero eso me hace doler el brazo.
– Esperá que hay uno haciéndonos señas. ¡Flaco, ¿no ves que estamos hablando?!
– ¿Será el mecánico?
− No, si ni lo llamaste todavía.
− Quizás nos hace señas porque no nos ve.
– Un ciego no puede manejar un auto.
– ¿Estará hablando en lenguaje de señas?
– Los que no tienen lengua son los mudos.
– Yo mañana me mudo.
– No dejes para mañana lo que puedas hacer hoy.
– Pero hoy por ti, mañana por mí.
− ¿Y si lo hacés pasado mañana?
− No podés viajar al pasado.
− Pero el mecánico sí podría haber pasado, ¿no?
– Lo que decís no tiene sentido.
– Nada tiene sentido.
– Ah, con razón. Ella se lo debe haber robado.
– ¿Vos decís que Nada roba?
– No sé. El otro día vi un título que decía "el hombre en busca de sentido". Quizás se lo robó ella.
– ¿Qué cosa?
– El sentido.
– Ah. Qué bueno. Yo no sé si alguna vez he sentido. No soy de enamorarme. Dicen que cuando uno tiene amor, no necesita nada más. Quizás el hombre buscaba amor para dar sentido a su vida. Ojalá algún día me pase.
– A mí me dijeron que no es bueno pasarse, sobre todo de la raya.
– ¿Qué raya?
– Todas, creo. Vos te pasaste de carril y me chocaste. Ahora el arreglo te va a salir caro.
– No sé quién dice que lo barato sale caro.
– Sí, pero del dicho al hecho hay largo trecho.
– No si vas en auto.
– Pero yo ya no tengo, me lo rompiste. Ahora quiero uno nuevo.
− Ese es nuestro problema. Queremos lo que no tenemos.
− ¿Por eso todo tiempo pasado fue mejor?
− Y, supongo que sí. Queremos un pasado que no tenemos.
− Pero… Todos tenemos un pasado. ¿Cómo puede ser que no lo tenemos, pero a la vez sí? ¿Nos define una inexistencia?
– No creo. Depende. Hay quien dice que nos define el destino, entonces lo que hacés está sujeto a lo que ya está escrito para vos. ¿Vos creés en el destino?
– No, pero creo en los delfines. No sé si hay que esperar a que pasen las cosas. El que espera, desespera.
– ¿Entonces?
– Vamos a buscarlo.
– ¿Al destino?
− No, al mecánico. No podemos arreglar el auto si él está ausente. La ausencia viene aparejada de olvido.
– Pero lo que bien se aprende tarde se olvida.
− Lógico. Hay que aprender bien.
− Y no estar ausente.
− O sea que jamás debemos faltar a la escuela.
− ¿Y si lo intento arreglar yo?
− ¿Al olvido? No creo que puedas. Sería como intentar hablar con un muerto. No podés construir sobre algo que ya no está.
− El olvido está, el recuerdo no. Igual, me refería a arreglar el auto.
– Podés probar. El que no arriesga, no gana.
– Yo no me arriesgo en mi trabajo y aún así gano un sueldo.
– ¿Y de qué trabajás?
– Soy mecánico.
− ¿Entonces ya llegó?
− No, todavía no. Me parece que es ese señor vestido de blanco que está al lado de Nada.
− Pero eso que tiene en la mano no son herramientas para arreglar el auto.
− Creo que son para arreglarnos a nosotros.
− ¿Estamos rotos? ¿O estamos locos?
− Ninguna de las dos. Somos, simplemente, dos personas esperando al mecánico.
Comentarios
Publicar un comentario