Consideraciones básicas


Qué loco, ¿no? Otro año más. “Otra vuelta a sol” dirían los cursis. Otro aniversario desde que saliste de la panza de tu madre. Y qué viaje que te pegaste. Gateaste, te paraste en dos patas y desde ahí no paraste de caminar. Sí, salvo esa vez que estuviste en cama como tres meses por el estúpido que te partió la pierna. Pero ese ya sabe que se equivocó, y lo sabe bien.

Los que están no son del todo conscientes de lo que pasaste. Ninguno. Ni tu familiar más cercano. Cada uno tiene formada una imagen de quién sos vos, cada uno inventa tus fallas y tus aciertos, tus cualidades y tus defectos. Y seamos sinceros, vos también. Ni vos mismo te conocés por completo. Y eso que estuviste toda tu vida con vos. Mirame, mirate a los ojos. Dale, vos sabés que es así. Tu persona y tu personalidad son totalmente externas a tu imagen mental de tu identidad. Ya sé que te enoja, primero porque es cierto y segundo porque nadie en su perra vida se hizo tantos cuestionamientos sobre eso. Cuestionamientos que encima consideras banales, pero a la vez sustanciales.

Entiendo que no entiendas. Enserio. Esa gente que no se cuestionó nada nunca, que parece tan básica y superficial, es más feliz que vos. No, pará, no digas eso. Eso no lo sabés. Así como la identidad, la felicidad es una abstracción particular y totalmente subjetiva donde cada uno define según su sentir. Quizás todavía todos lo estén definiendo. Miremos el espejo mejor.

Te queda bien la barba, eh. Sí, quizás la podrías recortar un poco. Pero te oculta lo feo. Nunca fuiste feo igual, solo tuviste esa época donde todo el mundo te lo hizo sentir. Pero eso no te molesta ahora, te decían feo físicamente porque tu mente era mucho más bella y rica que la de ellos. La verdad que siempre tuviste esa especial capacidad de percepción. Bueno, a veces. Quizás nunca cuando fue necesaria. Esa percepción se hundía fácil ante los nervios. Igual, pensalo así. Tuviste novia, ganaste algo. No fue la última, acordate. Pero vos fuiste el último para ella.

Todos tienen regalos para vos, uno un reloj, otro una camiseta y otro unos pesos. Quizás venga el típico “la próxima vez que nos vemos te lo doy” o el que se para al lado del que te está dando algo, porque no te compró ni piensa comprarte nada. Son buenos ellos, te quieren, enserio. Si, lo sabés. Pero qué ignorantes que son. No saben por todo lo que pasaste ni por lo que van a pasar. No tienen ni idea.

Lo estás preparando bien. ¿Por qué llorás? No llores, festejá. Está saliendo bárbaro. Es el plan perfecto. Sabés que se lo merecen. Quien no te igualó no lo va a hacer ahora. Tu mente sabe bien, la de ellos no. Eso del amor, de la compasión y la misericordia son cuentos para idiotas. El único que quizás pudo igualarte bien silenciado está. Pero ahí no tuviste nada que ver, quédate tranquilo. Pará de tocarte las muñecas. Ya te dije, te dijiste que no lo hagas. Es muy temprano. Pensá en esas cosas que guardaste. Tus tesoros más preciados, ¿van a quedar ahí guardados?

Todavía no. Lo sabés. Falta, sabés que falta. Bueno, está bien, no lo repito. Pero a veces siento que lo olvidaras. Dejá de tirarte del pelo, ¿querés quedar pelado tan rápido? Ya va a haber tiempo para eso.

Dale, intentá negarme. No vas a poder. Es imposible que me ignores. En el fondo sos consciente de tu inconsciente. En el fondo nunca vas a querer dejar de escucharme. Sabés qué, andá, te dejo ir. Ocultame, está bien. Hoy te lo permito. Feliz cumpleaños.

Salí del baño, dale, andá a festejar con ellos. Quizás te puedan hacer olvidarme por un rato. Pero no me van a encontrar. Soy invisible para ellos. Porque en el fondo, bien lo sabés, soy solo esa voz que siempre estuvo presente en tu cabeza.

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