El perfume de Regen (los meses de lluvia que cambiaron mi vida)

 


Fue rarísimo lo de Regen. En serio, hasta el día de hoy me cuestiono acerca de todo lo que pasó en esos meses. Es que yo pertenecía al otro bando, todavía no sentía lo que sentían ustedes. Pero a mí me transformaron de una manera que a otros no les pasa. Por ejemplo, a vos te pasó así nomás, de la nada. Quizás mejor, quizás peor, pero fue definitivamente más aburrido. Yo, en cambio, nunca pensé que un aroma en particular me iba a traer tanto sentimiento.

Mirá que sabía que existía gente como vos, no te lo niego. Siempre los había mirado raro, había negado que lo que ustedes decían era cierto. Me molestaba cómo se ponían con ciertos climas y sonidos, aunque en el fondo creo que era cierta envidia. Además, imaginate que yo soy híper detallista, y esto se me iba de las manos, no tenía forma de percibirlo. Pero todo cambió gracias a Regen.

Regen era una chica alemana que vino de intercambio y se quedó en la casa de Miguel. Yo era bastante amigo de él, así que sabía que ella existía y más o menos qué hacía en su estadía en nuestro país. Pero nada más. Nunca pensé que ella iba a ser el motivo de mi traspaso. La cuestión es simple: me enamoré. Así nomás. No lo pensé ni dos segundos, simplemente decidí amarla. Y ella lo sabía.

Y creo que se lo dijo a Miguel, porque el idiota siempre me invitaba y después se iba a “buscar unas cervezas” y desaparecía como por una hora. Imaginate. No tenía idea de qué hablar, y menos con una alemana que no tiene la más perra idea de cómo hablar español y cada cosa que decía sonaba como una declaración de guerra. ¿Sabés qué pasa? Era su perfume. Yo no te puedo explicar ese aroma. Vos lo conocés. No se compara con nada.

Hablábamos poco con Regen, pero nos entendíamos. Es que es así, viste. Un par de sonrisas, un par de miradas y perdiste toda esa extraña resistencia que tienen las personas contra el amor. Le pregunté, obviamente, cuál era su perfume, y dijo algo como “pí-tri-jor” pero no entendí ni media. Busqué el significado y no lo encontré en ningún lado. Demás está decir que Regen no me tiraba ni un centro, pero yo estaba enamorado igual.

La cuestión fue que en dos meses yo era otra persona. Y, la verdad, le tengo que hacer un altar a Miguel. Creo que vivía más en su casa que en la mía. Porque teníamos una mala suerte bárbara: cada vez que quería hacer algo con Regen se largaba a llover. Y a mí no me gustaba nada la lluvia, pero me la bancaba porque su perfume resaltaba con las tormentas, su pelo rubio se volvía oscuro y sonreía como si estuviera en una película yankee de los ’50. Qué se yo, cosas de alemanes, pensé.

Pero no la vi venir. Un día me quise hacer el romántico y le quise cantar una balada debajo de la lluvia. Fue un desastre. Mi ropa chorreaba agua y yo chorreaba grasa, a la guitarra la tuve que tirar porque se arruinó y Regen no pudo escuchar ni una palabra porque había un chaparrón de la gran siete. Esa fue la última vez que pude ver a Regen como era.

Salimos una vez más. Decidí dejar de hacerme el meloso y le confesé todo, le dije que la quería, que la extrañaba y que lo único que nos separaba era el lenguaje, cosa que en realidad le pasa hasta a las personas que hablan el mismo idioma. Ella se empezó a reír al tiempo que empezó a llover. Ya sabía cómo era la cosa: sonrisa, caminata y besos, todo rodeado de ese perfume que me encantaba. Pero esa vez no.

Me dio un beso en la frente, como si fuera un nene. Después se dio vuelta y empezó a caminar. No me moví. Tenía una especie de aura a su alrededor. Me miró una última vez, me saludó y desapareció. Así nomás, como escuchás. Te juro por mi vida que se evaporó. Se transformó en lluvia. Y recién ahí comencé a oler su aroma. Y es el que me hace sonreír todo el tiempo ahora. Porque en realidad no me enamoré de Regen, me enamoré de la lluvia. Más bien, de su perfume.

Y sí, ahora soy de esas personas que saben lo que es el famoso “olor a lluvia” que mucha gente dice no conocer. Y tiene un nombre bellísimo, pero no es Regen. Ella fue sólo una mediadora para que yo pueda conocerlo. Sé que ella también sedujo a otros, pero fue por una buena causa. Fue para que muchos puedan sonreír cuando, a lo lejos, se acerca la lluvia que anuncia la venida del perfume petricor.

Comentarios

Entradas populares