Instructivo para subirse a una montaña rusa



Si usted desea tomar este tipo de riesgo, debe procurar tener su corazón en buen estado, o el mejor posible. Probablemente ya se haya roto alguna vez (es algo que le pasa a todos y si no, no tengo más que desearle suerte), pero debe estar lo más enmendado que se pueda. Lamento decirle que no puedo precisar cuál es el precio de la entrada ni los requisitos para ingresar, y usted tampoco lo sabrá. Basta con sentarse en el primer asiento del carro para entender que, en algún momento, usted se embarcó en este juego con decisión ingenua.

La primera parte de la montaña rusa es siempre igual: un tránsito tranquilo, pero prometedor. Generalmente se entiende por mensajes o encuentros casuales, donde usted empieza a notar que su carro comienza, lentamente, a subir. Le interesa, le intriga y quiere saber más, pero tiene cuidado (y hace bien: precipitarse podría ser perjudicial para el viaje).

A medida que sube su carro (el de la otra persona también subirá con el suyo), estará emocionado, y sonreirá por pequeñas nimiedades que de alguna manera alimentan su ilusión. Como hay dos carros que hacen el mismo camino, se vuelve una carrera: quién da más. Ambos suben y suben la apuesta, pero saben que van por carriles separados (nuevamente recuerde: pasarse de carril atolondradamente puede ser un peligro para su dignidad).

Ahora llega la mejor parte, ya que usted llegará al punto más alto (hasta el momento). Allí estará no solo feliz, sino también presuntuoso. Sabe que la persona le sigue el juego, y usted está más que dispuesto a jugar. Palabras van, palabras vienen, se harán preguntas con doble significado y dirán algunas cosas que, en realidad, significan otras. De alguna manera ve un futuro prometedor, y con él juega junto a la otra persona. Pero debe cuidarse de algo: enamorarse en esta primera parte es perder la partida.

Porque la montaña rusa comenzará a bajar: no todo era como pensaba. Hay actitudes que descolocan su memoria, sus ideas y su comprensión. Ahora está perdiendo el juego: su estrategia se destapó o la otra persona dejó de jugar como antes jugaba. Lamento decirle que no hay forma de parar el carro y abandonar el viaje: seguirá bajando, aunque no quiera ni pensarlo. En el fondo, sin saberlo, usted quiere llegar al final del juego.

Se inaugura el punto más bajo: siente que perdió, sus jugadas no le son devueltas y sus preguntas no son contestadas. No sabe en qué situación está la otra persona y ya no divisa su carro (lo presume o desea en un camino similar, pero la niebla invadió las vías). Su corazón carcome a su cerebro, y viceversa. Mira para atrás para ver en qué momento comenzó a bajar, pero no podrá divisar el punto exacto, y su mente comenzará a jugarle malas pasadas (acá entra en juego su propia fortaleza mental). No reprima lágrimas, llantos o gritos: en algún momento deberán salir (¿no es ese el objetivo de toda montaña rusa, la liberación?).

Y aunque crea que ya no hay nada, usted guarda esa pequeña esperanza de que el juego siga. Y así será: su carro comenzará a subir nuevamente y sus esperanzas volverán a crecer. Llegará al punto más alto, con palabras, mensajes en clave y pequeñas demostraciones de amor. Las ilusiones se vuelven el combustible del carro y las sonrisas le darán velocidad. Y su corazón, aunque muy arriba, volverá a caer.

Y así será por un tiempo, hasta que su pobre y viejo corazón no aguante más (eso es, en esencia, una montaña rusa). Es que, entre tanto rebote, entre emociones adversas y entre sentimientos encontrados con la otra persona, el corazón se romperá. Esa ruptura, casi imperceptible, puede desembocar en una explosión o en una reconstrucción.

En el primer caso, usted deberá tomar una decisión: o abandonar el juego en silencio o dejar en claro su estrategia. La montaña rusa es cruel, ilusionante y destructora. Y aunque ya se haya bajado, aunque tenga mil pedazos por recolectar, aunque decida que esa clase de juegos ya no son para usted, mire que curioso: está leyendo este manual. Y no se sorprenda. Sabe muy bien por qué.

En el caso del segundo, no hay mucho más por decir: usted ha logrado sortear el juego con entereza y lo que eran dos carros se convirtieron en uno. Cualquiera sea el desenlace, usted debe ser consciente que las montañas rusas no desaparecen. Un buen día, solo o acompañado, se encontrará con una que lo invite a subir. Y usted, como lo hacen todos, volverá a embarcarse en esa aventura. Sea sincero: ¿dónde más puede encontrarse semejante adrenalina?


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