Oxímoron

Lo saludo una vez más, querido lector. No quiero sacarle mucho tiempo. Entiendo que es una época complicada para usted. Seguro no tiene tiempo o, al revés, tiene demasiado, y, en cualquier caso, detenerse para nimiedades como esta puede parecer, valga la redundancia, una pérdida de tiempo. ¿Extraño, no es así? O lo tiene en demasía o nunca lo tuvo, pero aún así siente que lo pierde. Esto que leerá es sobre usted. En serio, es sobre usted. No se vaya, déjeme explicarle. Empezaré por el final.
El final es usted. No podía ser de otra manera. Si lo está leyendo, es que estas palabras llegaron a su final. No irán más lejos que la mente de cada mirada que las lea. Entienda: pueden ser muchos finales, algunos o solo uno, pero hasta ahí llegan. Usted siempre ha sido el fin de los escritos. ¿No lo sabía? Piense. ¿Qué sentido tiene un escrito si no llega a ningún lado? Quien diga “no soy nada” o “no soy nadie” está profundamente equivocado: el hecho de ser persona nos hace ser (como mínimo, sabe bien que puede ser muchas cosas más) el punto final de las historias.
Siéntase bien: es el objetivo final de lo que se escribe. Esto nos lleva a algo un poco más complicado, espero que logre comprenderme. Si es el objetivo final, es que fue, en cierto sentido, el principio de la historia. ¿Me sigue? Las palabras surgieron desde la mano, que se movió por orden de la mente, que cumplió con las órdenes de la pasión, que se inspiró en usted. Y me refiero a usted como parte de un todo, pero también como individuo. Usted es el lector a quien apunta cada escritor. Repito: ¿qué sentido tiene un escrito si no llega a ningún lado?
Usted fue el comienzo porque fue el principio creador de la historia. Me explayo: si usted desea sentarse en una silla, entonces ese deseo es el principio que motiva el movimiento hacia una silla, y sentarse allí implica el final de la acción. De la misma manera usted motiva que alguien como yo (me tomo el atrevimiento de ponerme a la altura de los grandes, medianos y pequeños) comience a escribir para que, eventualmente, usted mismo lo lea.
Entonces, usted no solo es final, sino también principio. Porque por usted fueron escritas las palabras y para usted están destinadas. ¿Me comprende? Considero, y espero me acompañe en esta opinión, que los escritores son adivinos, magos o simplemente artistas de la emoción. No dudo de que usted se sintió identificado con algún personaje ficcional en algún punto de su vida (somos personas, estamos destinados a encontrarnos en las similitudes). Estamos de acuerdo, ¿no? Pues bien, le digo algo: el escritor pensó en usted cuando escribió eso. Aunque él no lo conociera, sabía de la existencia tanto de usted como de sus emociones, sueños y miserias.
El “no soy nada”, entonces, está doblemente equivocado. Las personas son finales y son principios. Si desea meterse en ese fascinante laberinto que son las palabras, podría encontrar que los finales son principios y que hay principios que ya finalizaron porque, simplemente, nunca empezaron. Pero eso es irnos de tema y creo que ya bastante tiene con los apenas cinco párrafos que lleva leídos (anímese a seguir, no queda mucho más). Si ya tenemos un principio y un final, nos queda lo que quizás sea más importante: el desarrollo.
Francamente, temo decirle que usted no formará parte de esa instancia. Creo que eso le quitaría la magia porque, piense, ¿qué sentido tiene leer una historia que ya sabe? Si las personas fueran también desarrollo, nada quedaría para el artista y todo sería una gran historia ya sabida y contada. Sí hago una salvedad: usted podrá aparecer esporádicamente.
Sin saberlo, usted es inspiración para conocidos y desconocidos (quizás ya se ha encontrado en alguna de mis historias). El escribir nos permite escondernos entre las letras para transmitir nuestros pensamientos e imaginaciones del maravilloso mundo real. Usted no es desarrollo, no, pero es historia. Es su propia historia
Y con esto no me refiero únicamente a pasado, sino también al presente (que fugazmente se convierte en pasado), futuro cercano (que pasa rápidamente a presente y se vuelve pasado al instante) y las proyecciones, sueños y proyectos que tiene. ¿Qué más fascinante ese sentimiento de saber que se puede escribir una historia y, además, ser el principio y final de muchas otras?
Ese sentimiento yo lo defino como el sabor de la vida. Tenga o no tiempo, le agradezco su atención y espero haberle dado una ganancia y no una pérdida de éste. Anímese, estimadísimo lector. Usted es principio, final e historia. También lo animo yo. Lo animo a convertirse en inspiración para que, eventualmente, se encuentre entre los libros, canciones, películas o cualquier otra manifestación de historias y sepa que en algún momento de su existir se convirtió en un artista de la vida misma.
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