El misterio del tiempo
Este escrito tiene una primera parte que puede leerse en este link
Queridísima mía:
Imagino que si estás leyendo esto es porque logré darte la carta antes de que el Ministerio del Tiempo me atrape (si es que sobrevivió). Lo primero que tenés que saber es que me costó muchísimo escribir esto. Pensé en contarte todo lo que tuve que hacer para encauzar el tiempo, pero para vos no tendría sentido porque ya sabés lo que pasó, y te va a parecer que ese era el curso natural de las cosas. Y la verdad es que yo tampoco sé qué hubiera pasado si fallaba, porque de antemano sabía el camino correcto y, aunque me tenté a cambiar la historia, sabía que eso iba a hacer que no te volviera a ver. Y eso, como sabrás era imposible.
Desde que ese cuarto inexistente al que caí por accidente −y por curioso− se empezó a achicar (y yo pensé que iba a morir), lo único que se grabó en mi mente fue volverte a ver. Bien sabés que odio lo cursi, pero cuando rompí la linealidad del espacio-tiempo en la que todavía todos creen, dejó de importarme, y por eso puedo decir esa frase trillada sin reparo alguno. Me odié, te odié, nos odié. ¿Cómo podía ser que tuviera que viajar cuarenta años atrás para que mi yo joven pueda quedarse con vos para siempre? ¿Cómo podía quererte tanto como para nunca cambiar mi rumbo, escaparme de la atemporalidad y vivir como si el tiempo fuera lineal?
Entendí que eso era vivir una mentira, y que la única verdad constante eras vos. Pasé mil veces por la puerta del Ministerio del Tiempo, pero siempre estaba cerrada. Viví con el miedo de morir −aunque poco a poco entendí que eso le pasa a todos− si no hacía lo que ellos me decían, carta por carta. Todos los martes, a las cinco de la tarde, en un buzón que, para cuando vos leas esto, ya no va a existir. Les dije que las quemé, pero están guardadas en la baldosa floja del patio de mi casa. Esa que vos “rompiste” sin querer. No fue casual.
A esta altura estarás pensando en qué fue lo que me hicieron hacer. Lamento decirte que no soy historia viviente: todo lo importante de la Historia – con mayúscula, la que está en los libros− lo viví como un espectador más. Fue muy loco, sí, pero nada influí yo en eso. En cambio, mi labor se limitaba a hacer pequeños cambios en el día a día: chocarme con alguien “por accidente”, retrasar un colectivo, dejar en el piso una flor. La mayoría de las veces ni siquiera supe cuál era el propósito. Y jamás lo sabré, porque si estás leyendo esto, entonces mi yo viajante ya habrá desaparecido.
También te preguntarás si te vi antes de verte por primera vez. Solo una vez cedí a la tentación. Te busqué, te encontré y te observé, a lo lejos, cuando eras adolescente. Caminabas con tus amigas mientras les hablabas de un chico que mucho distaba de mí. Quise acercarme, pero no me animé. ¿Y si cambiaba la historia? Estuve a punto de hacerlo: me puse atrás tuyo, pero me arrepentí, porque te giraste de repente, y no me quedó otra opción más que esconderme detrás de unas flores. Y fue ahí, en ese instante, cuando entendí que mi entrada también era mi escape: te conocí con flores, ¿te acordás? Claro que fue unos diez años después de nuestro casi-encuentro, pero entendí que, vendiéndote flores, en un futuro, podía comprar mi libertad.
Esto de hacerme un favor a mí mismo es extraño. Un instante antes de perderme, pensaba en una vida entera con vos. Pero después, pasé mi vida entera esperando un solo instante: verte, explicarte y desaparecer. En el fondo, me ayudé a que la soledad no me alcance (y a vos tampoco), y no puedo imaginar cómo seré yo con una vida normal, si es que desde el Ministerio me dejan tranquilo. No sé si el amor será la esperanza de estos cuarenta años o ese instante de rebeldía, no sé si será el cambiar mi vida por la nuestra o el dejarte vivir como siempre lo hiciste (hasta que leas esto, claro está), no sé si será eso que logró trascender el tiempo o eso que lo desafió. Quizás es todo eso, o quizás es algo que jamás entenderemos del todo – en el fondo, lo inexplicable guarda cierta maravilla, ¿no te parece? −.
“Ustedes tienen el reloj, nosotros tenemos el tiempo”. Ese supuesto proverbio africano que seguro conocés está muy equivocado. En realidad, el tiempo nos tiene a nosotros, y creó el reloj para hacernos pensar que eso es al revés. Y para mantener la mentira fue necesario un ministerio −al que llamamos destino−, que espero que después de que termines de leer esta carta ya no exista más. Lamento cargarte con esto, pero vos fuiste la causa de destrucción del destino, únicamente porque ya lo habías roto al conocerme.
Curiosamente, a partir de ahora serás vos la que sabrá del tiempo y sus paradojas, mientras que yo seré un completo ignorante. Sin embargo, tampoco creo que te haya enseñado algo. Aunque consideres que el haber estado cuarenta años pensando en el tiempo me haya dejado múltiples enseñanzas, mi única conclusión es que el tiempo mismo es un misterio, y solo pude encontrar calma en las flores, que, junto a mí, vieron cómo todo se ajustaba (o lo ajustaban) para que esa noche aparecieras vos.
No voy a mentirte: tengo un poco de miedo de lo que pueda pasar. Jamás la historia continuó sin que yo viajara en el tiempo, y yo nunca viví más allá de hoy (el hoy tuyo, no en el que yo escribo), porque después tuve que volver atrás. O el mundo desaparece por un acto de amor −vaya cliché trágico si los hay−, o sigue de una forma totalmente nueva, o los del Ministerio del Tiempo logran sobrevivir y corregir mi desviación (curioso, ¿no? Lo que para ellos es una desviación para mí es lo contrario: me salvo de desviarme).
Lo único que te pido es que me quieras mucho. Que me quieras tanto que el Tiempo no pueda con nosotros. Si el destino ya no existe (así lo espero), entonces quedará en nosotros derrotar al hombre atemporal y sus secuaces vestidos de traje. Mientras vos pelees en el hoy, yo estaré apoyándote, desde el pasado, o desde mi muerte (tranquila, no le tengo miedo). Ellos no saben, pero tenemos ventaja: si algún día nos ganan, entonces solo vas a tener que ir a la plaza, donde estaré atendiendo la florería que hasta el final de esta carta había desaparecido, listo para empezar de nuevo. El ministerio sabrá la respuesta al misterio del tiempo, pero nosotros tenemos al amor. Y eso no es misterio. Es magia. Maravilloso, ¿no es así?
Ojalá nunca escriba esta carta de nuevo.
Tuyo para siempre,
El yo que jamás volveré a ser
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