Carta olvidada en una playa sin nombre
Querido hijo:
Sé que te querés quedar allá, lejos de casa. Te escribo únicamente para pedirte que te olvides del reloj. No es que tengas que irte a algún lado o algo así, simplemente considero que el mundo entero vive pendiente del orden de cuatro números y la luz que hay en el cielo. Y te lo digo yo, que jamás logré olvidarlo y por eso estoy donde estoy.
No considero que esta generación sea “individualista”, como todos dicen, sino que es exactamente lo contrario. Viven de y por los demás. Es muy difícil encontrar algo propio de cada uno, ya que llega un punto en el que todo se vuelve una idea reciclada de otra idea, celebrada por el hecho de ser un reciclado original. Y te lo dice alguien a quien se le dice artista porque sus expresiones recrean lo que otros sienten. Yo viví de reciclados, hijo, por eso estoy donde estoy.
Necesito que aprendas a tomarte tiempos para vos. Pero tiempos en serio. Casi todo el mundo busca “despejarse” mediante canciones, películas, series y libros. ¿Cómo puede ser suyo el tiempo, si se nutren de cosas que hicieron otras personas? No digo que no lo hagas, al contrario. El arte es lo que nos hace vivir sin volvernos locos, principalmente porque los locos son los que la producen. Quizás yo finalmente caí en la locura, y por eso estoy donde estoy.
El tiempo para vos debe ser tuyo. Debes hacerte cargo de ir a buscar sonidos, paisajes, historias y melodías que únicamente vos escuches. No hace falta que el mundo sepa que lo presenciaste para que tenga valor. No quiero ni imaginarme la cantidad de atardeceres hermosos que se han perdido en bosques que jamás piso el hombre. Salí a buscar tus propios sonidos y paisajes. Encontrate (o perdete) entre lo que nadie más jamás verá, simplemente porque esos momentos efímeros te los robaste vos. Poco a poco, hijo, me convierto en ladrón de momentos, y por eso estoy donde estoy.
Dormí nada más lo suficiente. Sos joven, no como yo. El mundo tiene demasiados tesoros como para que vivas de los sueños que jamás se harán realidad. Cumplir un sueño no es que algo pase tal como lo imaginábamos, sino llegar a una meta que creímos imposible. No te quedes dormido. Dormir es una de las cosas más extrañas del ser humano: no está muerto, no, pero tampoco vive. Yo creo que hace poco me desperté, y por eso estoy donde estoy, hijo.
Caminá. Todo lo que puedas. Metete en bosques, en cascadas, en desiertos, en playas. Disfrutá del silencio, el verdadero silencio, ese que forman los miles de sonidos de la naturaleza intacta. Pensá en el mar, que tiene un sonido ensordecedor, cambiante, casi bélico; pero es de los silencios más reconfortantes. No sigas los mapas. Será un cliché, pero perderse es la mejor manera de encontrarse. O seguir perdiéndose, aún más. ¿Qué significa encontrarnos y quién dijo que debemos hacerlo? Yo ya no escucho a los mantras de quienes creen conocerse, y por eso estoy donde estoy.
No midas tu calidad de vida por el tiempo, sino por el espacio. Todo termina. Las canciones, las películas, los libros, el sueño, la vida misma. Pero el espacio es infinito. Siempre podrás abarcar más. Y no hablo únicamente de recorrer el mundo, aunque lo recomiende fuertemente. Recorré las personas, las risas, los silencios y las lágrimas. Si tu espacio se reduce a una persona, entonces todo dejará de ser tuyo únicamente. ¿Qué mejor que compartir la existencia? Nacimos y morimos para eso, hijo, y por eso estoy donde estoy.
Son solo unos pequeños consejos de alguien que quizás los aprendió demasiado tarde. Perdón, tarde no. Me cuesta no vivir del tiempo. Simplemente llegué al único final de mi camino terrenal. Y me adentraré en este desierto con una sonrisa, esperando algún oasis que me llene de silencio. Pero voy a aguantar un poco más. Voy a esperar que una lágrima roce el borde de esta carta. Porque sé que, cuando eso suceda, ya te habrás olvidado de ese reloj que alguna vez prometí comprarte.
Brindo por espacios y libertades
Hasta que me escuches en el verdadero silencio,
Papá
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