Preocupémonos por el final
Todo era ideal. Habían recorrido la ciudad justo después de que lloviera, cuando las luces se reflejan en los charcos y el petricor todavía se huele. Habían bailado en medio de un parque gracias a que un amable violinista les permitió recrear la escena de su película favorita. Se sentaron a mirar las estrellas.
− Ahora somos eternos.
− No, por favor. No quiero que lo seamos nunca. No es buena la eternidad.
La miró, pero ella no le devolvió la mirada, sino que la tenía fija en alguna de las tantas estrellas que adornaban el negro profundo de la noche.
− Si fuéramos eternos, entonces no haríamos nada. Tendríamos tiempo para cualquier cosa, entonces todo lo dejaríamos pasar. Eventualmente nos aburriríamos, y desearíamos por un cambio, pero no un final, simplemente porque no lo podríamos concebir – continuó, mientras un viento hacía que se le volara el mechón de pelo que le colgaba de su lado derecho.
− Pero no nosotros como algo eterno e inmortal. Nuestro amor. El recuerdo de esta noche, donde nada podía ser mejor.
− Tampoco. Porque si supiéramos que el recuerdo permanece, entonces simplemente nos olvidaríamos. ¿Por qué esforzarnos por recordar algo que igualmente va a estar? Si nadie se ocupa de recordar, entonces, eventualmente, la memoria morirá sin atención.
Ya no todo era perfecto. A veces ella pensaba demasiado, y él tenía miedo de que eso hiciera que en algún momento se hartara de la relación. Quiso asegurarse de que todo estaba bien.
− Puede ser. Al menos nos tenemos a nosotros. Y cuando estamos juntos la vida no tiene preocupaciones.
− No debería. Yo sigo preocupada, aún estando con vos.
Él revoleó los ojos. Ya no quería mirarla. Pensó en por qué tenía que complicar las cosas, cuando todo era tan simple como dejarse llevar por el momento y disfrutar. Le gustaba que ella lo hiciera cuestionarse, pero a veces era quizás excesivo.
− Pero es bueno preocuparse. Una vida sin preocupaciones no es vida. Tener miedo nos hace movernos. Si no te preocupa que yo te quiera, entonces no te esforzarías. Si no le tenés miedo a la muerte, no tenés razón para disfrutar de tu vida. ¿Para qué ir a buscar lo que querés si no te preocupa obtenerlo? El deseo comienza a partir de algo que queremos, pero no tenemos, y es justamente eso lo que nos preocupa.
− ¿Entonces la preocupación y el fin son importantes para una buena vida? Suena contradictorio.
Ahora solo quería que se equivoque. Le hartaba que ella siempre tuviera la razón, o al menos que así pareciera. Quizás era de otra manera, pero él no sabía qué contestar y no había manera de que ella admitiera su equivocación. Se sentía vulnerable, reemplazable, finito. Le preocupaba un posible final, y odiaba pensar que eso era justamente lo que ella decía que era bueno. Ahora él miraba a la distancia. Sintió cómo ella apoyaba su cabeza en su hombro.
− No, para nada. Son importantes para darnos cuenta de qué es lo que realmente importa.
− ¿Y qué es eso? – le preguntó, esperando alguna otra respuesta filosófica, reflexiva, o simplemente fuera de su alcance. La miró seriamente, dispuesto a lanzar una queja ante cualquier intento de superarlo nuevamente. Ella se incorporó y se puso enfrente de él. Sonrió.
− No tengo ni idea. Por algo estoy con vos. Creo que juntos podemos encontrarlo.
Le dio un beso en la mejilla y lo abrazó. Sintió como él se relajaba y se hundía entre sus brazos. A ella le hubiera encantado seguir con la discusión, únicamente para que él se diera cuenta de que no buscaba nada, simplemente porque ya se habían encontrado. Y que lo que quedaba, antes de que algún día la muerte los separara, era preocuparse por que lo suyo nunca termine.
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