Proyecciones de vos mismo que nunca serás
Sacás una cerveza de la mesa y la abrís en un absurdo silencio, mientras la música suena cada vez más alta y las luces y el humo de los cigarrillos crean un mundo al que no creés pertenecer. Mirás más allá de tu amigo, que ya no sabés con cuántas personas habló esta noche, y me pensás bailando entre la gente que nunca te ve.
Tomás unos tragos y me gritás, a ver si te escucho, pero ya no me divisás. Seguro que estoy, pensás, pero a veces simplemente no aparezco. "Deja de llorar, deja de sufrir, que ya no puedo verte más así", repetís por lo bajo mientras me mirás en el espejo sonriendo con ella, y te autoconvencés de que el presente solo es un letargo necesario entre distintas formas de felicidad.
Ya pasó un rato y seguís celoso de tu amigo, que no le importa estar solo, y hasta lo disfruta. "Debería ser más como él", me decís, esperando una respuesta que diga que no, que está todo bien. Pero sos muy consciente de que todavía no me encontraste y cantas al ritmo de Corazón Mentiroso mientras pensás que el mío es exactamente eso. Tu amigo te abraza, transpirado, y te agradece que hayas venido, aunque solo fuiste con la esperanza de volver a un pasado que extrañás demasiado.
Intentaste bailar conmigo, pero no pudiste seguirme el ritmo, porque simplemente somos muy diferentes. Querés mirarme y decirme lo que suena en la canción, gritarme "yo nunca te podré olvidar, te lo juro por Dios". Pero Dios, así lo creés, te abandonó hace mucho. Tomás otro sorbo y la cerveza ya está tibia y sin gas, pero sirve como antídoto al olvido y la negación. Dejás que alguien te endulce el oído, pero ya partís del hecho de que nada será igual.
Te estás por ir a sentar esperando encontrarte con alguien que te facilite la noche que siempre imaginaste pero nunca te animaste a soñar, y tu amigo te presenta a otra decepción. ¿Qué querías que haga? No podía quedarme. Claro que te extraño. Te repito: no fue mi elección. ¿Por qué le tenés miedo a la soledad?
Empieza a sonar una de las canciones favoritas de tu amigo y no podés evitar cantarla con él. En el fondo entendés que se lo merece. Y aparece ella para cantar con vos, y ahora te duele un poquito no extrañarme tanto. "Ay qué lindo que es ser soltero", gritás al unísono con todos los que están en la fiesta, que disfrutan de lo finito que es ese estado en el que nunca elegirían quedarse para siempre.
Te fundís en un beso con quien esperás que mañana ya no sea una desconocida, y yo poco a poco empiezo a desaparecer. Entendés que, efectivamente, nada será igual, pero ya no te enoja eso. El cambio no parece ser ese monstruo que vos imaginabas, lo distinto quizás esconde una promesa. “Al menos encontré el coraje que pensaba perdido”, me decís, despidiéndome.
Me guardás en el fondo de tu mente, en el rincón de las proyecciones de vos mismo que nunca serás. Y mientras alzás tu cerveza ya caliente, pensás “qué lindo es ser soltero para siempre, y ni un solo día más”.
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