El turno de las amapolas
¿En qué andarás mientras yo te extraño? ¿En qué andarás mientras reprimo el casi irrefrenable deseo de hablarte? ¿En qué andarás mientras ignoro que cada vez son más fuertes los golpes del olvido en mi puerta? Yo siempre quise prometerte el sol. Pero nunca encontraba luz suficiente. Y ahora le escribo a la luna pidiéndole consejo. ¿Sabías que, en realidad, no tiene luz propia? Casualmente, la luna refleja los rayos del sol. Por eso la vemos. Por eso ahora, en medio de la noche, puedo escribir. Quiero preguntarte dónde estás. Aunque creo que ya lo sé, me da muchísimo miedo escuchar la respuesta. ¿Serás feliz sin tanto texto? Acá las palabras son gotas de una catarata sin fin. Y en el lecho hay tanto, pero tanto ruido, que no te puedo escuchar. En realidad, tampoco sé si me estás hablando. Ya me cansé de contar los días. ¿Existe el tiempo por allá? En algún lado leí que ahí nunca se hace de noche. Quizás el frío no se siente, entonces. Eso buscábamos, ¿no? Una brisa de o...