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Soprendentemente vivo

Que se vayan todos al diablo. Todos. Eso es lo que pienso mientras espero impacientemente un colectivo que va a llegar en cinco minutos, pero yo quiero que llegue antes. No quiero llegar al trabajo, pero sí quiero que el colectivo llegue antes. Esperar me exaspera. Quiero distraerme lo máximo posible. Ese afán por escapar de mi ansiosa espera típica de lunes me llevó a mirarlos. Y por mí que todos se vayan al diablo eh. Pero no ellos dos. No. Ellos dos, no. Serán 50 centímetros los que separan un balcón de otro. Ella está regando las plantas. Él fuma un cigarrillo arriba de una maceta azul que tiene un bonsái sorprendentemente vivo. Se saludaron; yo los vi. Hablaron de que está empezando a hacer frío; lo intuí. Él saltó de balcón a balcón; lo imaginé. Pero estoy seguro de que él también. Andate al diablo, Sol. Vos y tu realismo insoportable. Tu relativismo extremo. Tu sinceridad recalcitrante. Cada vez que pienso en nosotros me enceguezco, así que dejé de verlos, me subí al colectivo ...

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